Poros dilatados, brillos y textura engrosada, así como posibles granitos o comedones, caracterizan a la piel grasa, cuyo exceso de sebo enmascara la necesidad de agua.
El temor a generar más grasa todavía, explica su frecuente deshidratación.
EL HIDRATANTE Y LA PIEL GRASA
La sola idea de agregar una textura adicional a la película de sebum que las recubre, produce rechazo inmediato a las mujeres con piel grasa, cuyas causas y fisiología debemos entender.
Las hormonas son las responsables de la secreción aumentada de sebo, que determinan la naturaleza de la piel grasa, a partir de la pubertad.
La culpable es una enzima cutánea, la 5-alfa-reductasa, que otorga “superpoderes” a la testosterona circulante para sobre-estimular la producción de la glándula sebácea.
En condiciones normales, la piel segrega sebo para fabricar la película hidrolipídica, una emulsión protectora que se forma junto con los componentes del sudor.
Cuando el sistema hormonal funciona correctamente, las glándulas sebáceas trabajan con ritmo de crucero y la piel no tiene problemas de sequedad ni de exceso graso.
En estas circunstancias, el sebo se desliza invisible y tranquilamente a través de los orificios de la piel, a la que dota de hidratación, flexibilidad y luminosidad.
Cuando las hormonas sobre-estimulan las glándulas sebáceas, éstas se atrofian y la producción incontrolada de grasa acaba dilatando el poro, que se hace evidente a la vista.
Con el flujo sebáceo abundante, el rostro se cubre de una película oleosa, que otorga sensación subjetiva de pesadez, suciedad y falta de confort.
Este brillo antiestético es característico junto con el grano grueso de la piel y la presencia de acné o puntos negros, que afectan a 1 de cada 2 mujeres entre los 20 y 40 años.
La piel grasa es más común en las morenas que en las rubias, aguanta mejor el sol y envejece más tarde, pero cuando lo hace, corre riesgo de sufrir una marcada flacidez debido a su grosor.
La peor de sus pesadillas es la presencia de granos, pústulas y comedones, manifestaciones de acné, que se forma cuando la grasa cambia de composición y las bacterias colonizan los poros.
Convertida en una sustancia cerosa con dificultad para salir al exterior, irrita e inflama las paredes del poro, obstaculizando aún más su correcta secreción.
La grasa superficial además, tapona los poros a fuerza de impedir la correcta exfoliación de los corneocitos, células superficiales que permanecen adheridas a ella.
HIDRATAR LA PIEL GRASA DESDE LA LIMPIEZA
El abandono es una actitud frecuente en las personas con este tipo de pieles, a menudo acosadas por un acné recurrente, de tratamiento médico con antibióticos.
El beneficio más inmediato lo obtienen de la limpieza, por la sensación de pureza que proporciona.
Este gesto es la entrada al tratamiento o… ¡el causante de los rebrotes!
La necesidad real de eliminar la grasa que “pesa” sobre la cara y la sensación subjetiva de suciedad, explican el uso de productos demasiado astringentes o desinfectantes, que producen el efecto contrario.
Por esta razón, la higiene de las pieles grasas ha de ser eficiente pero respetuosa, sin producir un secado extremo, ya que es la única manera de evitar la acumulación de sebo y la obstrucción de los poros, sin provocar una hiper-seborrea compensatoria.
Debe realizarse con limpiadores para pieles grasas, mixtas o con tendencia acnéica.
Mejor si tienen activos calmantes y desincrustantes, capaces de exfoliar células adheridas y grasa oxidada (puntos negros).
Se deben evitar las lociones alcohólicas y los jabones comunes, que son excesivamente resecantes.
En su lugar, hay que optar por limpiadores al agua, cuya espuma cremosa contiene activos como el ácido salicílico, que es antibacteriano y ligeramente decapante.
La exfoliación debe realizarse con productos queratolíticos, que no precisen masaje de arrastre, ni fricciones.
Es la única manera de no extender la infección en caso de acné.
Dos o tres veces a la semana, se recomienda el uso de mascarillas desincrustantes como las de arcilla o azufre, cuyo poder astringente mejora notablemente la presencia de grasa en la piel.
Y por último, no debemos olvidar el uso de una hidratante específicamente formulada para este tipo de pieles, que ha de aplicarse después de la limpieza.
HIDRATANTE PARA LA PIEL GRASA
La hidratación de la piel grasa consiste en reponer el agua cuando es deficitaria o evitar que pierda la producida por sí misma.
Las hidratantes para este fin, no pesan, ni añaden grasa a la piel.
Se caracterizan por tener una textura acuosa, que no crea efecto “materia” bajo el maquillaje añadido.
Se trata de fórmulas no comedogénicas, expresamente especificadas como “oil free”.
Su efecto astringente, suele asegurar un resultado mate de 8 hrs aproximadamente.
Estas emulsiones, sérums, geles o crema-geles, tienen como objetivo hidratar sin engrasar, matificar la piel y normalizar el comportamiento desbordado de la glándula sebácea.
Como alternativa, se pueden utilizar sérums de ácido hialurónico, capaces de acaparar 1000 veces su peso en agua, sin aportar grasa.
La receta cosmética para el tratamiento cotidiano sería una hidratante seborreguladora durante el día y un activo como el retinol, el ácido glicólico o el ácido salicílico por la noche.
Estos, mejoran las marcas de acné, alisan el grano de la piel, reducen la producción sebácea y exfolian las células adheridas.
Las pieles grasas son candidatas obligadas a los tratamientos en cabina, ya que solo una profesional entrenada puede llevar a cabo las limpiezas periódicas necesarias, con extracción manual incluida.
CONCLUSIONES SOBRE EL HIDRATANTE PARA LA PIEL GRASA
- Las hormonas son las responsables de la secreción aumentada de sebo, que determina la naturaleza de la piel grasa a partir de la pubertad.
- En condiciones normales, la piel segrega sebo para fabricar la película hidrolipídica, una emulsión protectora que se forma junto con los componentes del sudor.
- En una piel grasa, la superproducción de sebo cubre el rostro con una película oleosa que otorga una sensación de pesadez, suciedad y falta de confort.
- Se caracteriza por el poro evidente, el grano grueso de la tez y la eventual presencia de acné, que afecta a 1 de cada 2 mujeres.
- La grasa superficial tapona los poros a fuerza de impedir la correcta exfoliación de los corneocitos, células superficiales que permanecen adheridas a ella.
- El beneficio inmediato se obtiene de la limpieza por la sensación de pureza que proporciona. Ha de ser eficiente pero respetuosa, sin provocar una hiperseborrea compensatoria.
- La exfoliación debe realizarse con productos queratolíticos, sin fricciones ni masajes de arrastre que puedan extender la infección en caso de acné.
- Las hidratantes para pieles grasas se caracterizan por su textura acuosa, que no crea efecto materia bajo el maquillaje añadido.
- Son fórmulas no comedogénicas, expresamente oil-free. Aseguran un acabado mate durante 8 hrs y normalizan el comportamiento desbordado de las glándulas sebáceas.
- Una alternativa son los sérums de ácido hialurónico, que atraen 1000 veces su peso en agua sin aportar grasa.
- La receta cosmética para el tratamiento de las pieles grasas sería una hidratante seborreguladora para el día y un suero con retinol, ácido glicólico o ácido salicílico para la noche.